El problema con las IA, el problema con los retrasos en las multas europeas a GAFAM en Irlanda y ahora este pequeño dosier de la privatización de la educación a nivel digital me invitan a apuntar aquí una reflexión humilde y pequeña.
Quizás haya parte de razón cuando Asia y Estados Unidos dicen que en el Viejo Mundo las cosas van un par de pasos por detrás, pero no creo que sea malo ni que sea indicativo de que aquí se es retrógrado de manera categórica. Por ejemplo, la reticencia a ceder el control de los datos de los usuarios a las tecnológicas es uno de los pocos frentes que aún frenan el salto de estas compañías a dirigir el flujo político e ideológico de manera explícita. Y eso está bien.
Quizás, como apunta Geo Saura en el dosier de más arriba, lo suyo sería que “para contrarrestar [la prevalencia de Google en las aulas], […][los] programadores tienen que trabajar con los Gobiernos y crear herramientas digitales más intuitivas, fáciles y útiles; que permitan espacios de creatividad tanto para el profesorado como para el estudiantado”. En España ya existe el talento necesario para desarrollar y fomentar software que ofrezcan soluciones modernas de forma Libre, así como para desarrollar material de formación para incrementar la visibilidad y la usabilidad por parte del personal, ya sea educativo o de la administración. Lo que falta es infraestructura. Puñeta, si ya íbamos medio bien cuando las autonomías proveían de distribuciones Linux a mediados y finales de los 2000. Y a día de hoy me atrevería a decir que proyectos tales deberían de ser más fáciles que cuando se comenzó con Guadalinex por ejemplo, porque el hardware potente está más al alcance que en aquel entonces y la tecnología Open Source ha avanzado envidiablemente bien, con nuevos estándares y librerías que facilitan la interoperabilidad y la robustez de los sistemas.
Pero es que me atrevería a decir también que la solución va más allá de esto. El mundo entero, en general y por muchas razones, está en grave necesidad (y no lo sabe) de someterse a una desescalada digital, a un modelo de decrecimiento que no por ello signifique o implique una pérdida de calidad de uso y de vida. Hablo de mirar menos por beneficios y más por sostenibilidad, de mayor soporte, de mayor reparabilidad, y de revertir a modelos donde prime la eficiencia energética y robustez del código antes que un batiburrillo de librerías en contenedores inflados que son la perdición de los recursos de una máquina. Un “decrecimiento” de modo que la tecnología ya existente y en uso se pueda exprimir al máximo hasta los últimos días. Pero esto es altamente improbable que suceda de la mano de grandes multinacionales tecnológicas cuyo modelo de mercado se basa en imponer masivamente nuevas necesidades de hardware y software cada ciclo de 1/2 años. Por qué si no tanta gente que usa Linux aún mantiene con vida (y coleando) a máquinas de 7 u 8 años como si no hubiera pasado apenas el tiempo?
Estas medidas probablemente sólo podrían entrar en efecto al ir acompañadas las unas de las otras, en un combo soft/hardware que permitiera a las administraciones ahorrarse dinero, ser más respetables con el medio ambiente, volver a ganarle terreno a las grandes tecnológicas, y todo mientras se respeta la privacidad y el derecho básico a la tecnología de los ciudadanos.
O dicho de otro modo: ¿por qué lo “”viejo”” SIEMPRE tiene que ser peor, y a quién o qué rinde cuentas dicha pregunta?