Adiós, Evangelion

Ha pasado lo impensable. Después de catorce años desde las películas, y de veinticinco años desde la serie original, ha terminado Evangelion. Anno lo ha vuelto a hacer: nos ha dejado con la boca abierta. Porque contra todo pronóstico, increíblemente, Evangelion explica la mayor parte de las cosas y acaba en un buen final.

Cuando la vida de un artista se entremezcla con su obra pueden pasar grandes cosas, y más en el marco del crecimiento personal. En el caso de Evangelion, el director Hideaki Anno comenzó en 1996 una serie en la que volcó sus pensamientos y sentimientos del mundo en la voz de sus personajes. Una obra que le perseguiría durante la mayor parte de su carrera, y en la que quedarían reflejadas todas las cosmovisiones y etapas de madurez emocional por las que pasó, incluidas dos grandes depresiones. Era inevitable que la serie acabase como lo hizo en su día, con ese tono pesimista (problemas de producción aparte); Anno no veía el mundo y las cosas con los mismos ojos que ahora. Y eso es normal. El cambio de tono y drástico rumbo de las Rebuild, el salto de 14 años de la segunda a la tercera, todo ello refleja la reflexión del autor acerca del paso del tiempo, lo que hizo con su vida, su obra y las personas a su alrededor. Los personajes, al igual que él, no estaban listos para dar el paso a luchar por salir adelante. La solución de Anno, encarnado en el personaje de Shinji, fue acabar con todo y dejar que cada uno decidiese si volver al mundo o no. Un nihilismo y una inacción que resonarían en el futuro distante.

Porque sí, Rebuild es una continuación de lo que pasa en la serie. Una suerte de ciclo (repetido un número indeterminado de veces) en el que ha entrado la humanidad y que representaba la incapacidad de Anno de acabar la serie, de dejar atrás la cosmovisión y la persona que fue en el momento de comenzar la obra. El giro de guión brusco a partir de la tercera rebuild ya lo reflejaba. El corte a tantísimos años en el futuro, el collar del pecado, la casi-destrucción de la humanidad, y el paso del tiempo para el resto de personajes, no son más que la interpretación de Anno de cómo se veía a sí mismo como autor de la serie: incapaz de avanzar en oposición al resto de las personas de su alrededor. En el momento de comenzar las rebuild ya comenzó a colapsar, dando lugar a un hiato de cuatro y siete años respectivamente. Aparte de porque se entremezclaron otros proyectos, esos hiatos tuvieron lugar porque era necesario. Evangelion, Shinji y Anno necesitaban, simplemente, tiempo. Igual que lo necesitamos cuando nos pasa algo traumático, cuando cometemos algún error, o cuando nos encontramos en lo más bajo y no vemos la luz. Porque el paso del tiempo es lo que permite aprender de las experiencias, sanar las heridas, y madurar.

Y en las dos horas y media de metraje de ‘Evangelion: 3.0+1.0’ (3+1), se toma todo el tiempo necesario y más para dejarnos claro que eso es lo que estamos viendo. A través del paso del tiempo, de los días en calma en los campos, de conversaciones con sus amigos de siempre, vemos a Shinji (y a Anno) madurar y hacer las paces con los demonios de su vida (y con los de sus vidas anteriores!). Lo vemos hablar cara a cara con las personas importantes: aborda abiertamente con Asuka el tema de su relación, por ejemplo. Pero para mí, lo más importante, es cómo afronta el miedo y habla con su padre. Cómo todo queda simbolizado entre una disputa entre un hijo con problemas y un padre que no se hace responsable de su parte en esos problemas. Anno pone en palabras de Gendo su visión de sí mismo a lo largo de estos años, de su depresión, y se pide perdón a su yo del pasado por cómo se trató de joven, al tiempo que Gendo le pide perdón a Shinji (aparte de que, en términos de storytelling, por fin vemos un villano claro con motivos y sin andarse con medias tintas). Y éste, habiendo comprendido de qué se ha tratado todo, y en una suerte de subversión de roles que hace de bis a su reflexión en el episodio 26 de la serie original, habla con cada personaje para mostrarle lo que él (y Anno) ha aprendido de la vida con el paso del tiempo. A través de sus personajes, Shinji y Anno hacen un viaje explícito y pausado en el que aceptan, reconcilian, perdonan y dejan marchar a cada uno de los personajes que fueron importantes para él en su vida. En un momento muy metafísico y meta-narrativo acompañado de un segundo impacto al estilo de End Of Evangelion, Shinji y Anno dan paso a un Nuevo Comienzo (Neon Genesis) erradicando de la existencia a todos los Evangelion, uno por uno, y por fin son libres de hacer algo con el futuro que les espera.

Qué mejor manera de hacerlo, por cierto, que rodeándote de nuevas personas en tu vida, que es mi manera no-romántica de interpretar el vínculo de Shinji con Mari al final de la película. Aunque Mari es una autoinserción de la Moyocco Anno, la mujer del director, me tomo la libertad de interpretación (legítimamente otorgada por Anno) de entenderla como una inserción en lo que a la ayuda respecta, y no como una representación cien por cien fiel de la relación que tienen ella y el autor. El amor puede ser de amistad, y no toda ayuda trascendental proviene de un interés romántico.

Y entonces, por fin, vemos lo que siempre anhelamos ver: un Shinji mayor, de mi edad actual, de hecho. Alguien maduro, decidido. Una mirada determinada, de ilusión, de ganas. La mirada que siempre quise ver en Shinji, en Anno, en el mensaje de Evangelion, y en mí mismo, desde que era un adolescente.

Evangelion es una obra que se entremezcla con el autor y, en el proceso, es elevada y se convierte en un medio donde verse reflejado en los aspectos más básicos de lo que significa ser humano. Y al evolucionar con el tiempo acorde con su autor, se convierte en un vehículo a través del cual hemos podido transitar por el paso del tiempo, aprendiendo de las experiencias y madurando a la misma vez. Un viaje largo, arduo, y sujeto a todo tipo de improvistos, pero lleno de cosas que merecen la pena.

Gracias por acompañarme en el viaje hacia el vasto mundo exterior, que aunque nos dé miedo, hay que afrontarlo por todas las cosas buenas que vienen consigo.

Gracias, Evangelion.

Y ahora…

Vámonos.

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