Me encanta cuando me pongo a estudiar y me empiezo a rayar la cabeza.
Esta mañana con neurofisiología, viendo cómo se desarrollan las partes del sistema nervioso en función de los morfógenos, me di cuenta de que en mis apuntes no viene nada especificado de cómo se empieza a dictaminar qué células hacen cada tipo de morfógeno, y a partir de qué momento del desarrollo. Porque está muy bien eso de que gracias a la proteína Sonic Hedgehog y al Bone Morphogenetic Protein se diferencien las distintas partes de la médula espinal, pero ¿quién le ha dicho a la notocorda que exprese Sonic Hedgehog? ¿Y a ese quién, quién otro se lo dijo? Incluso la epigenética podría quedarse corta al explicar esto por sí sola. Es un ejemplo cualquiera y parece una tontería, pero a mí me encanta, en situaciones como ésta, pensar un poco más allá y ver a los sistemas vivos como auténticas obras de ingeniería.
Por ejemplo, en este caso, imaginé que debe haber, en el interior de las células, algún tipo de maquinaria funcionando desde la formación del cigoto que sirve de contador de cuántas divisiones celulares lleva el embrión, para que sólo ciertas células a partir de ciertos momentos dispongan de factores de transcripción para el morfógeno de turno para ayudar a otras células que vendrán después a diferenciarse en el tipo de célula del sistema nervioso que deban; y no sólo para desarrollar el sistema nervioso, sino para diferenciarse en cualquier otro tipo de célula. Esa maquinaria debería de estar asociada a algún tipo de molécula biológica que, por su propia naturaleza o su rol en la actividad celular, se vea modificada en el tiempo conforme la célula se divide (es decir: ciclinas, quinasas, proteínas estructurales del núcleo, histonas…).
Junto con la epigenética, es razonable (aunque no necesariamente probable) que exista un mecanismo similar al que digo para controlar el número de divisiones celulares con un sinnúmero de utilidades. De esa manera también se confirma aquello de que “en la embriogénesis es muy importante saber qué célula eres, de qué célula vienes y al lado de quién estás.”
Y también, por qué no, que dispongan de mecanismos para ayudarse unas pre-neuronas a otras a encontrar sus caminos mediante moléculas de guía axonal; no sólo de célula o matriz a neuroblasto, sino entre neuroblastos sin diferenciar aún, de lo cual tampoco he oído hablar en clase.
Es que me encanta, de verdad, imaginar procesos y maquinarias moleculares tan detalladas para procesos tan trascendentes gloriciosos como el desarrollo. El cómo la evolución ha dado con la fórmula para que, a partir de cierta división en el cigoto, se metile el DNA de una célula y no el de la célula que está a su lado; porque dentro de quizá, no sé, ¿8 meses? esa celulilla con su DNA in metilar deba expresar un gen que la convierta, a ella y a su progenie, en las responsables de procesar emociones, o de regular los latidos del corazón, o de lo que sea…
Pensad la de generaciones y especiaciones que habrá habido durante tantos miles de millones de años para que, por azar y selección natural, apareciese un grupo de organismos que fue aunando características ínfimas como ésa molécula que guía la metilación en un momento dado del desarrollo, y para que ése cambio haya sido benecifioso y se transmitiese a tal cantidad de descendientes de la población que pasó a ser una característica habitual en la especie. Pensad eso mismo pero para todas aquellas características, todos esos detalles, a nivel morfológico, estructural, metabólico, … que nos hace ser nosotros mismos, como individuos y como especie.
Cientos, miles, decenas de miles, quizá millones de cambios en moléculas chiquitísimas, inapreciables, durante millones de años. Y sin embargo, por muy inapreciables que sean, son tan importantes. Determinan tantas cosas. Han hecho que estés aquí vivo, sentado y leyéndome, por ejemplo.
Y no sólo a nosotros como especie. Pensad en esa cantidad de cambios, pero para todas las especies conocidas y por conocer. La de organismos que habrán nacido, que habrán muerto, que habrán proliferado, que habrán perpetuado sus genes, que no lo hayan conseguido.
Ríos de tinta han corrido y seguirán corriendo acerca de temas como éste, tanto de mi parte como del resto de la comunidad científica, porque cuando te paras a pensar en todos los ejemplos de situaciones como la de hoy es inevitable acabar admirando la complejidad y poder que tiene la vida, la definas como la quieras definir.
Intentar abstraer la inmensidad de la evolución en la Tierra pormenorizando en cada detalle hasta llegar al nivel de DNA y moléculas es algo precioso. Y te hace sentir muy, muy pequeño.
Y al mismo tiempo orgulloso de formar parte de una obra tan colosal y majestuosa.