Adiós Ubuntu, hola Fedora

Me he llevado años diciendo que iba a cambiar Ubuntu por Fedora. He dado toda clase de motivos: que no me gusta que una empresa tenga tanto peso en un entorno democrático, que no me gusta ir con versiones “antiguas” de software, o que yo (usuario medio/avanzado) no tengo motivos para ser parte de la base de usuarios tras el grávitas de Canonical. Pero nunca me ponía a ello, porque no quería descuajaringar el entorno donde venía trabajando, y por no hacerme la vida más complicada saliéndome de una base Debian, con la de documentación (y foros, y dudas resueltas) que hay.

Llegó Abril, y Abril trajo consigo a Fedora 42 y GNOME 48, y le eché ganas. Al final no fue para tanto.

La clave estuvo en prepararse bien. Primero hice backups de mis cosas en un disco duro externo, que no debería ser problema ya que mi /home/ lleva años como partición aparte. Segundo, me hice listas de los flatpaks y paquetes de apt que tenía instalados para que luego me fuese más fácil repescar programas y que no se me olvidasen. Esto lo hice con:

apt list > mis_paquetes_instalados.txt

y para flatpak, lo hice con:

flatpak-list > mis_flatpak_instalados.txt 

Una vez ya estuve en el live USB de instalación, moví las carpetas de usuario anteriores a un directorio con otro nombre, dentro de esta misma partición, para tener acceso más adelante (ejemplo: de /home/bkx/ pasé a /home/_previous/bkx/).

Naturalmente, lo siguiente fue la instalación. Especifiqué la misma partición para /home/, sin darle a “formatear”, y creé un nuevo usuario con el mismo nombre que el anterior. La partición donde iría la raíz, y donde estaba Ubuntu instalado, la erradiqué por completo (no sin pasar un poquito de miedo). Y a instalar.

Una vez instalada, usando privilegios de root, le di permiso a mi nuevo usuario (que se llamaba como el anterior) para leer y escribir en ésos directorios previos, usando chown -R usuario:grupo ... . Tras lo cual me puse a mover cosas, incluyendo tanto los directorios con mis cosas (documentos, imágenes, …) como los directorios ocultos con archivos de configuración, aunque aquí fui con un poco de cuidado. Me copié .config, .local, .fonts, .icons, .share, .ssh, y .var, si no recuerdo mal. Y conforme fui instalando aplicaciones de nuevo, pude comprobar cómo la mayoría retomaron las preferencias y configuraciones que ya tenía en Ubuntu. Porque claro, las mismas guardaban sus configuraciones en estos directorios ocultos.

Para instalar programas tuve que familiarizarme un poco con dnf, pero quizá por falta de conocimiento de apt, ahora se me antoja incluso más sencillo. Me sorprende la velocidad con la que se actualizan los paquetes. Y flatpak va de escándalo, con acceso a muchas apps que se ven preciosas.

Para ordenarme las aplicaciones uso Pins. Para asignarles iconos personalizados también puedo usar Pins, y esto cambia los iconos a nivel global (algo que ya pensé hace muchos años!). Me hice iconos para Zen Browser, mGBA, libreOffice, y audacious, usando Inkscape, con el cual he conseguido soltarme bastante. Y para terminal, me instalé Ptyxis sólo para poder asignarle su icono al Ptyxis que viene por defecto. Ahora parece que está hecha de hierba o espinacas.

Por último me instalé un programilla llamado wmctrl que permite mandar comandos a wayland, y con el cual me monté un .sh que esconde todas las ventanas. Una vez asignado a un icono (a través de un .desktop file), ésto se convierte en una especie de applet de mostrar escritorio, que me coloco en el dock.

Para las extensiones: como este GNOME está más vitaminado que el 42 que tenía en Ubuntu previamente, algunas no me hacen falta. El indicador de trabajos de escritorio es muy bonito y elegante, y el botón “Actividades” ya no se llama así. Me instalé Dash to Dock, Panel Corners, Rounded Window Corners Reborn, y una para bandeja del sistema que no funciona demasiado bien.

El sistema comenzó a tomar forma rápidamente, lo cual hizo la transición mínima. No exagero: todo esto que hice e instalé (salvo el trabajo de hacerme mis propios iconos) lo tenía listo en una tarde, incluyendo fuentes personalizadas para el sistema, la mayoría de apps, y las extensiones. Y el mérito no es tanto mío por saber hacerlo (ni de lejos) como lo es del Linux, GNOME, y sus esarrolladores por hacer las cosas tan bien pensadas.

Mi scritorio a las cuatro o cinco horas de haber instalado Fedora. Prácticamente indistinguible de lo que tenía antes.

Sin embargo, se me resistía algo en lo que no había reparado hasta entonces: la batería duraba poco; poquísimo, del orden de una hora haciendo cosas, y me lo encontraba seco de una noche a otra con la tapa cerrada. Antes me duraba cuatro o cinco horas fácilmente, y el portátil se podía llevar día y medio sin ser usado y conservar algo de batería. Sin entretener mucho, estuve indagando por foros y al final descubrí que el desgaste en suspensión era porque tenía el disco duro en modo RAID, que prevenía que el ordenador se fuese a dormir como debería. Lo demás ha mejorado tras correr powertop en modo --callibrate y --autotune, y vuelve a durar casi tanto como antes. También porque creo que el nuevo escritorio consume algo más de batería.

Y lo último que he hecho, aprovechando el empujón que le he dado a Inkscape con mis últimos trabajos, es mis propios fondos de pantalla. Aún son bastante simples, pero tengo algunos ejemplos simpáticos usando modelos de reacción/difusión. Me gustaría seguir aprendiando e ir mejorando poco a poco; la verdad es que se me van las horas.

Inspirado por la interfaz del pequeño SO del aparato que se montó Ashtf en este vídeo https://www.youtube.com/watch?v=308KoLSLlCc&t=50s (segundo 0:50), ayer hice unos cuantos fondos de pantalla usando modelos de reacción-difusión (concretamente de esta página: https://www.karlsims.com/rdtool.html).

Me saqué algunas imágenes con pantallazos, las binaricé y vectoricé, y a base de jugar con gradientes y máscaras salió lo que adjunto. Creo que con algunos efectos más, de brillo, y añadiendo texturas de ruido, quedaría más simpático.

Yo mismo en Mastodon, 18 Mayo 2025

Y aparte me he puesto varios fondos de pantalla dinámicos, que cambian según si es de día o de noche. Entre ellos uno al que le acabé cogiendo cariño sin querer (el de Monterrey).

Y así se ha quedado mi escritorio:

De modo que en general estoy muy contento con el cambio. Casi diría que ilusionado, como cuando descubrí Linux por primera vez. Me hace ilusión sentarme a usar esta máquina.

Otro día hablaré de las nuevas aplicaciones que he descubierto.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *