
El martes por la mañana, aún con legañas en los ojos, abrí Mastodon por pura inercia y di de frente con este artículo. Le autore nos cuenta cómo se deshizo de TODO lo que había acumulado en sus apps de organización personal durante la friolera de siete años. Más de diez mil apuntes, desvanecidos.
Y del susto al leer esto pegué un bote que me sacó de la cama.
He aprendido recientemente que a éstas cosas se las llama ahora “archivos de conocimiento personal” o “segundos cerebros”, y comprenden tus notas, apuntes, comentarios, ideas, enlaces y/o referencias, normalmente centralizado en una única herramienta que lo pone todo a tu alcance.
Mi propia versión de esta actividad consiste en un amasijo de varias docenas de notas (bastante vivas en mi mente) repartidas entre Notas de Apple, Google Keep, la app de GNOME “Sticky Notes”, y éste mismo blog. A veces me abrumo por el tremendo desorden que se monta, pero lo mantengo a raya mediante categorías simples y sesiones periódicas de borrado y organización. Y gracias a ésto consigo sacar adelante varios frentes a lo largo del año, desde pequeños proyectos de ROM hacking hasta las cosas que he estado haciendo en Inkscape. Es una actividad parte del runrún diario, y que disfruto mucho.
De modo que no es de extrañar que, conforme leía el artículo, noté que ninguna de sus descripciones se corresponden con lo que yo siento cuando pienso en mi equivalente personal. Hablar de alivio, comfort y “desaparición de ruido” al borrar notas dista mucho de lo que yo experimentaría.
Yo no tengo ni tendré nunca tantísimas notas, y a veces me obsesiono un poco con tenerlo todo muy ordenado. Pero por mucho que así sea, deshacerme de TODO se me antoja una medida exagerada ante un problema mal identificado. Por mucho que me pueda llegar a agobiar con mis notas, estoy seguro de que me arrepentiría si me deshiciera de todas.
Entonces leo lo siguiente y lo veo claro (las negritas las pongo yo):
‘For years, I had been building what technologists and lifehackers call a “second brain.” The premise: capture everything, forget nothing. Store your thinking in a networked archive so vast and recursive it can answer questions before you know to ask them. It promises clarity. Control. Mental leverage.’
Joan Westenberg: “I deleted my second brain.”
Ahí está la falsa promesa de control absoluto y un retorno de la inversión, típica de los productos que se venden con estrategias de márketing ‘born in the USA’, como por ejemplo Evernote y Trello, o los más modernos Notion u Obsidian. Hablando de este último, menciona que puede ser una trampa si no se restringe. ¿Se trata entonces de las notas, o de tu relación con ellas?
Ciertas acepciones subjetivas en el artículo me refuerza esta idea. Un ejemplo es entender las notas como un mausoleo de intereses e ideas viejas, y ver ésto como algo negativo que estorba, un bagaje equiparado al fracaso, recordatorios de algo no terminado y por tanto indigno. También menciona que dejó de explorar y maravillarse para pasar a procesar, lo cual ilustra que el problema era la actitud y perspectiva ante lo que significa para une tomar esas notas.

El tener una base de datos de notas, apuntes e ideas me parece una especie de talismán en este mundo tan caótico que nos ha tocado vivir. Con tantísimo “contenido”, tantísimas cosas pensadas para que les prestes atención y las consumas sin entrar en conversación con ellas, mis notas son una barca en medio del mar, me ayuda a mantener la dirección de mi atención y de las cosas en las que pienso, y a no distraerme.
También, para mí tener notas y comentarios es una conversación con los autores de aquello de lo que haces apuntes, pero sobre todo es una conversación contigo mismo a través del tiempo.
Algunas de mis notas son, o han sido, utilísimas. Muchas entradas de éste blog empezaron como bullet points o frases sueltas en notas. Otras cumplen su cometido, y no vuelvo a tocarlas nunca. Otras se vuelven un “por si acaso más adelante”, y de ésas, sí vuelvo a consultar algunas, pero otras no. Como quien escribe un diario para no volver a leerlo.
Y no-pasa-nada.
Se trata, simple y llanamente, de tener un diario en el que afianzar cosas que son importantes para uno mismo. Y si acaso, tener una colección de apuntes, notas, y referencias, que ir consultando cuando quieras. Como el que tiene una especie de biblioteca-jardín en casa, que requiere de cuidados y manutención.
Tirar las notas para mí es como prenderle fuego a esa biblioteca, por el mero hecho de que aún no te lo has leído.
Quizá la diferencia sea la escala en la que transcurre esta actividad: diez mil notas son muchas, muchas notas. Siete años son muchos años (aunque yo tengo notas de antes incluso). Pero no pretendo que todas las notas me sean útiles y estén organizadas al milímetro. Tampoco pretendo leer todo lo que tengo apuntado para leer. Sigue siendo una gran escala, pero con intermitencias según te lo pida el cuerpo y la vida.
Por supuesto, que se deshaga de ello si le supone un alivio. Mi punto se sostiene igualmente: no se trata de “consagrarte a tomar notas para hacerte un segundo cerebro” porque acaba dando FOMO y una falsa sensación de vacío. Si volviese a retomarlo, yo animaría a esta persona a tomárselo como quien tiene un diario personal.
Lo bueno es que hay un par de párrafos que capturan esto bastante bien:
“This mirrors a deeper psychological error. The belief that by naming a goal, you are closer to achieving it. That by storing a thought, you have understood it. That by filing a fact, you have earned the right to deploy it.[…]”
“[…]This is productivity as performance. It is a symptom of modern intellectual insecurity: the fear of losing track, of forgetting, of not being caught up. But caught up to what? The feed? The discourse? The meme cycle?”
Joan Westenberg: “I deleted my second brain.”
Y para cerrar acabo con una frase con la que no podría estar más de acuerdo:
“I want ideas that resurface not because I indexed them, but because they mattered.”