La historia de la Game Boy ha sido contada en numerosas ocasiones y desde muchos prismas (Yo recomiendo tirar del Podcast de Arqueología Nintendo). Fue un aparato destinado al éxito gracias a la combinación ganadora de sencillez, producción en masa por recursos modestos, y precio competitivo en la época. Tal fue su impacto que aún se siente (y se seguirá sintiendo) en cosas como la música, los juegos indie, el pixel art o la comunidad de modders y retrogamers.
Naturalmente, semejante gallina de los huevos de oro vio su reinado extendido por muchos años después de su lanzamiento, en forma de varios modelos consecutivos. Yo mismo recuerdo mis años de prescolar y primaria como algo confuso sin saber por qué la maquinita de mi amigo Fulanito era más grande que la mía y no se veía en colores, y la de Menganito era muy finita y con pilas también finitas. Y todas coexistían sin mayor drama que un par de juegos que sólo iban a color. Probablemente la del primero era un modelo original del 89, y la del otro era una Pocket. Cuando se me formaron más neuronitas supe entender y ver las diferencias, y la cosa quedó clara. Primero vino la Game Boy, luego la pocket que era igual, luego la Color con la que yo empecé, y luego las Advance. Cool.
Entonces, con este esquema en mente mi cara fue curiosa cuando me encontré este póster allá por el 2010:
Una Game Boy de las monocromáticas, de diseño estilizado como las Pocket, y con luz?? En los 90??!
Por aquel entonces yo no tenía el entendimiento que tengo ahora de lo vasto, hermético, e inabarcable que es el mercado de la tecnología japonesa. Todavía me quedaban muchos años para ir a Japón y ver con mis propias carnes los flip-phones, las videocámaras, y otros cacharros que ni conocemos, proliferando como sólo puede ocurrir allí. Tampoco nos tenía Nintendo acostumbrados a las revisiones de consolas y sistemas heredados, como la Micro o la Wii Mini. De modo que para mí era un misterio: era esto real? Cómo es posible que no la hubiera visto nunca en las tiendas?
La Game Boy Light se convirtió para mí en un misterio y en un tesoro, una reliquia a perseguir. La idea me parecía tan exótica: como sacada de una línea temporal alternativa en la que nunca se dejó de desarrollar y soportar la DotMatrix, donde se uniendo a la robustez del modelo clásico a prueba del tiempo los avances naturales que permitían una mayor comodidad y calidad de experiencia de juego, pero con las capacidades técnicas originales.
Se trataba totalmente del diseño. Me entraba por los ojos. El azul turquesa de la luz de fondo, distinta de la luz verde o blanca a las que nos acostumbraríamos con los móviles y relojes Casio de la época. Color que además alejaba a la GB Light conceptualmente del verde de su hermana mayor y del monocromo exclusivo de la Pocket. También ese acabado metálico (venía en plateada o dorada), sobrio y profesional, con ángulos rectos y esquinas redondeadas muy elegantes, como la icónica curva abierta en la esquina inferior derecha, donde va el altavoz, heredadas de la Pocket. Y la idea en sí de poder jugar de noche, sin tener que estar pegado a una lámpara o haciendo ángulos raros. Y traía una mejora superior en el uso de batería… unas diez o doce con la luz, pero ¡¡veinte horas sin ella!!
Se anunciaba además con una marca de imagen muy notoria y distinta de otros cacharros de Nintendo, como de oficina, casi que insinuando que el público no iban a ser los niños escondidos debajo de la sábana a la hora de dormir, si no los mayores cuando por fin tienen tiempo al final del día.
Para mí era un aparato de ensueño, aunque no tuviera color. Como dijo Rothfuss en cierto libro, ‘me gustaba a pesar de’. Como tener un iPod classic o un Mac de la época. Me imaginaba qué se sentiría al usarla, al tenerla, al incorporarla a mi lista rutinaria de actividades y gustos placenteros.
Así fue por un laaaaargo tiempo… pasaron años, pasaron nuevas y diferentes consolas como la 3DS o la Switch. Así, hasta que dejé de imaginármelo. Dejó de hacerme falta, porque conseguí hacerme con una 😛
Ojalá pudiese decir que la historia de mi encuentro con este cacharro fue parte de mi irrepetible viaje a Japón, pero no fue así. Tampoco hubiera sabido dónde buscar en aquel entonces. Lo que pasó fue que, a través del canal de Elliott Coll (TheRetroFuture) durante la pandemia, conocí la existencia de páginas como Sendico. Y entre la crisis del confinamiento y movidas varias que algún día contaré, pujé por una en una pequeña subasta y la gané. Al cabo de unos meses la tenía en mi casa, y se convirtió en el divertimento principal durante muchas noches.
Así fue como volví a pasarme el Rojo por primera vez en dos décadas. La llevaba en el metro y jugaba los ratillos de ir al trabajo. Me dio para más de una conversación simpatiquísima con los míos, y en esa rutina durante descansos del trabajo o para coger el sueño, se me revivieron algunas de las cosillas que sentí de pequeño con mi primera GBC. Lo mejor de todo: la experiencia fue casi tal cual la imaginé en su día. Y digo casi, aunque no me importe lo siguiente, porque confirmé que se ve mucho mejor que una DMG original, pero durante el día no mejor que una Pocket. De noche se ve mejor, por supuesto, pero los smartphones nos tienen muy mal acostumbrados con sus pantallas LED brillantísimas. Hay que forzar una mijita la vista y acercársela a la cara, pero eso no hace más que intensificar la sensación de cuando eras pequeño y jugabas con la cara prácticamente pegada al cacharro. En definitiva, para mí (y para otros muchos como TheRetroFuture o Wulff Den) es la experiencia holística definitiva de una Game Boy, mods o emuladores aparte. Y encima con hardware original.
Tristemente, al tiempo le empezó a fallar la pantalla porque se debilitaron algunos contactos del cable cinta de la pantalla. Tampoco se le puede pedir más a una maquinita casi tan vieja como yo. Es algo que pasa a veces, está más que documentado, y la gente lo arregla con un poco de calor usando soldadores programables sin llegar a tocar, porque es plástico con impresiones. Y yo mismo, con un pronóstico claro de lo que iba a pasar, me propuse intentar arreglarla y en efecto me encargué de terminar de fastidiarla sin posibilidad de arreglo. Consideré utilizar la pantalla de una Pocket, quitarle la “pegatina” que tiene detrás y sustituirla por un material parecido que deje pasar la luz como hace la pantalla de la Light, pero esto fue durante los cinco o seis meses que tardé en arreglar los papeles para venir a UK y no me atrevía a empezar una aventura así sin saber si la podría terminar. En retrospectiva sigo opinando lo mismo, pero quizá hubiera conservado la máquina para hacerlo en el futuro. La revendí en Wallapop por el mismo precio que me costó comprarla y traerla de allí.
Pero no desistí. En lo que considero “mi crisis de la llegada a los treinta”, estuve haciendo tejemanejes de segunda mano al más puro estilo de Adam Sandler en Uncut Gems, y me animé a hacer otro pedido por Sendico. Esta vez no pujé por las cosas, simplemente lo hice a través de Mercari que funciona como Ebay o Wallapop. Pero pedí bastantes cosas, entre ellas otra Game Boy Light. Y literalmente la semana antes de venir a UK, me llegó el paquete con todo. Esta venía en condiciones muchísimo mejores, y la cuido como oro en paño; es decir, con el mismo sumo cuidado que con la primera e incluso con más.
También saqué de este lote, en un golpe de suerte y sin pretenderlo, otros tesorillos como un iPod Classic (que conseguí reconfigurar con un iMac de 2008 del que quiero hablar algún día), los cartuchos japoneses de Pokémon Verde y The Frog for whom the Bell tolls (un título de action-RPG compañero espiritual de Link’s Awakening), y discos de autores como George Benson y Earl Klugh, Tatsuro Yamashita, o el disco “Refrain (The Songs were Inspired by Evangelion)”, que es una mezcla muy interesante entre la música de la serie, City Pop japonés, y fumadas varias la mar de interesantes. No creo que vuelva a pedir por aquí porque el precio se le va a uno de las manos, pero fue una experiencia curiosa. Además así me forzaré a tener que volver a Japón.
Y poquita cosa más, la verdad. Aparte de la historia personal, si sale algo en claro de esta entrada es que el caso de la Game Boy Light sirve para ilustrar lo variopinto y biodiverso que es el ecosistema de productos electrónicos en Asia Oriental comparado con occidente. Y cómo el diseño de este aparato invita a pensar en la posibilidad alternativa de tirar de tecnología “algo antigua”, que todavía funciona pero adaptada al disfrute moderno.
A ver si me animo y cuento más cosas de algunos de estos cacharros. La historia del iMac de 2008 es simpática también.