En el momento de comenzar a echar la vista atrás para este relato (que empecé a escribir en julio) apenas hacía 24 horas que, sin darme cuenta, había acabado una etapa de mi vida y comenzó otra. Apenas hacía un día que había salido del Edificio Rojo de Reina Mercedes con mi resguardo de título recién firmado bajo el brazo. Se dice pronto, cuatro años. Pero un número tan pequeño como el 4 no hace justicia a los cientos de nombres y rostros, de clases, prácticas; a las decenas de asignaturas con sus tochos de temario, a las cientos de situaciones por aquel entonces nuevas, ni a los miles de momentos inolvidables que conforman esta auténtica aventura.
Ahora no puedo evitar rememorar la sensación que me invadía al acabar el instituto y pensar en cómo sería el paso por la universidad. Porque ahora también haré frente al comienzo de una nueva etapa en la vida. Y han pasado tantas cosas desde aquel entonces…
Cada uno de los cursos, por su propia naturaleza y por el devenir de las cosas, han tenido sus más y sus menos, han hecho gala tanto de sus virtudes como de sus defectos. Cada año será guardado en la memoria con un significado especial y diferente.
Desde un comienzo repleto de inseguridad y aferrado a las personas más cercanas a mí, el Grado en Biología por la Universidad de Sevilla ha brindado a partes iguales momentos buenos, momentos muy buenos, momentos únicos y momentos malos. Todos, independientemente de su condición, valiosísimos y repletos de experiencia para el futuro. El primer año fue una fuente inagotable de nuevas experiencias, encuentros con nuevas personas, nuevas formas de ser, de entender el mundo, de funcionar, de nuevos miedos e inseguridades, de nuevas aspiraciones… y lo que en un principio parecía que se nos quedaba enorme (habiendo algunos de nuestros compañeros a los que semejante visión, desgraciadamente, pudo con ellos) acabó convirtiéndose en nuestra nueva rutina, nuestro nuevo mundito donde habíamos encajado, nuestro nuevo nicho ecológico como dirían algunos.
Así llegó segundo, donde conocimos verdaderamente lo que significaba estudiar cosas de biología. Las asignaturas troncales fueron, para algunos, la auténtica toma de contacto con lo que luego se convertiría en su fuente de motivación para seguir estudiando, así como el campo de estudio donde recrearse y soñar con llegar a ser el mejor: genética, bioquímica, zoología, botánica, biología celular… aunque tanto éste como el siguiente llamaron la atención por ser los años más duros, hubo casos como el mío donde semejante bocanada de aire fresco en cuanto a estudios se refiere supuso sino una motivación en sí por querer profundizar más, indagar más, y llegar a sacarle el máximo partido a todo aquello que estaba descubriendo. A exprimir la situación, que se dice. Y vaya que la exprimí, de ese curso escapé con un expediente radiante.
Entre curso y curso se sucedieron veranos repletos de buenas experiencias y momentos que originaron muy buenos recuerdos, con algún que otro viaje y aventura ocasional, como fue Cazorla en el verano de 2013. De éste verano tengo muy buen recuerdo en particular.
Segundo dio paso a tercero, un año de menos estrés a nivel de rutina y en el que ya comenzaron a despuntar algunas inquietudes en lo referente a mi futuro post-académico: ¿trabajo o investigación? ¿en qué campo? Aunque aún quedaba un buen trecho hasta que estas preguntas supusieran un auténtico antes/después en mi vida. Durante este año terminé de conocer a un interesante y curioso elenco de personas que rápidamente se convertirían en muy buenas amistades, con las que compartiría aficiones y gustos de una forma que jamás pensé que volvería a poder compartir. En lo referente a asignaturas, en esta también algunas que me gustaron mucho (como microbiología I/II o genética molecular), bien por el contenido y el partido que le saqué (como en estas dos asignaturas) o por el haberme brindado la posibilidad de haber conocido a muy buenas personas que pasaron de ser profesores a compañeros de trabajo (como, valga la redundancia, las microbiologías o las fisiologías, vegetal y animal).
Pero sin embargo, si he de destacar algún curso en concreto, este sería cuarto de carrera con diferencia. Creo que todo se entiende si lo resumo como el hecho de abandonar la acomodada vida de estudiante en residencia con pensión completa para sumergirme de lleno en una sofisticada combinación de vida en piso, vivir solo, las clases de asignaturas optativas que se atragantaban, las clases de la única troncal de cuarto (redacción y ejecución de proyectos), de trabajo duro en el laboratorio como alumno interno y becario de colaboración y las dudas propias acerca de qué hacer con mi vida futura. Las consecuencias se dejaron entrever muy pronto en el curso: el continuo estrés y la falta de actitud por mi parte de manejarlo adecuadamente y afrontarlo desembocaron en un cúmulo de malestar, de culpabilización ajena, y de situaciones nada agradables que dieron pie a grandes cambios en la vida, tanto la mía como de otras personas. En esos momentos es cuando uno se da cuenta de lo mucho que hay que trabajar por uno mismo y el esfuerzo que hay que poner, por activa y por pasiva, en buscarse lo mejor para uno mismo. Poco a poco, lo que se iba a convertir en una vida más sosegada y sedentaria trabajando por salir adelante en común con otra persona se transformó en una fuente de voluntad para trabajar, seguir avanzando y llegar poco a poco más lejos. Se transformó también en el haberme atrevido a salir un poco más del cascarón que yo mismo me había creado y conocer a muchas de las personas que realmente siempre habían estado ahí y yo sin darme cuenta, en el haber retomado contacto que creía perdido tiempo atrás con viejos amigos, en el haber aprendido a no dudar ante nuevas situaciones o planteamientos… francamente, cuando echo la vista un año o dos atrás no me reconozco en muchas de las acciones y decisiones que tomé. Supongo que a fin de cuentas todos vamos cambiando y perfilándonos.
El cambio de actitud que se supone que debía de haberme acompañado conforme avanzaba en la carrera me pilló de repente el último año. En ese proceso de digerir y asimilar tantas realidades a las que había permanecido ajeno por voluntad propia, me di cuenta de muchas de las cosas que tenía que mejorar y de muchas otras cosas que me hacían valioso como persona. La combinación de ésto con el esfuerzo y el no perder la ilusión hizo realidad hechos como un trabajo de fin de grado consistente y argumentado, con una nota de la que estoy súper orgulloso. Hizo realidad hechos como mi inmersión en un grupo importante de protistología/biomolecular evolutiva de Barcelona (algo que ya me parece relativamente normal de tanto hablarlo pero que no deja de antojárseme como un hito personal que me cuesta creer a veces), en el contacto con personas que vienen de muy lejos y que de una forma u otra le resultan a uno importantes. Y ya no sólo eso: cuando estas personas de otros lugares e incluso países reconocen en ti síntomas de una actitud de vida saludable y de ser alguien valioso, te hacen fortalecer tu identidad, hacen que te reafirmes, y con un gesto tan sencillo como oírles decir “de lo lejos que viene el chaval y lo ilusionado que está” evitan que te pierdas en el mundo y veas que tú eres tú aqui y donde sea, siempre. Y más allá, que el “ser tú” está en lo correcto.
Pero nada de esto hubiera sido posible sin la ayuda y el apoyo de un sinnúmero de gente que seguramente ni siquiera se hagan a la idea de lo que han supuesto en esta etapa y lo mucho que las estimo o recuerdo: una familia ejemplar, amigos, conocidos, compañeros de clase, de caminos y viajes, e incluso personas que ya no están a mi alrededor. Porque cada charlita, cada quedada improvisada, cada encuentro en la calle, cada gesto con cada persona, cada sonrisa de ánimos, cada tarde hasta las tantas haciendo experimentos mientras se charla de cosas triviales, cada noche saliendo a correr por el parque María Luisa, cada cenita repentina, cada paseo por Bellavista o Bermejales al salir de clase, cada puesta al día en etología con cuidado de que no se nos oyese, cada domingo (o jueves festivo por la cara) de picnic, cada noche de fiestas, cerveceo y reflexiones (en perfecta armonía las tres cosas), cada brindis, cada almuerzo con tuppers en los comedores de la facultad, cada plan organizado, cada mensajito de whatsapp por muy tarde en la noche que fuera, cada persona que me ha acogido bajo su techo, cada empujoncito, cada conversación y cada momento compartido con tantas personas que eligieron invertir tiempo de su vida en alguien como yo… quizá para algunos esto no sea más que algo trivial, un contacto con un alguien de esos muchos álguienes que vienen y van, pero a mí (que lo he vivido y soy consciente de la repercusión de cada gesto) me hace sentir profundamente agradecido y afortunado de haber podido contar con la compañía y el apoyo de todos ellos.
Así que, por alguna razón u otra, en cierto modo a cada uno, los quiero, aprecio y estimo a todos y no me sale más que una palabra: GRACIAS. Porque nada de nada de nada de lo que hubiese conseguido aquí hubiera sido igual de posible sin estas personas.
A pesar de lo que he luchado por mí mismo, el apoyo y buen ver de los demás hacia mí no ha hecho más que motivarme a pensar que estoy haciendo lo correcto, y pensar en las metas y en el camino que estoy recorriendo era más que suficiente para seguir adelante.
Ojalá yo haya sabido ayudar y apoyar correctamente a todas éstas personas, espero haber podido corresponder. Y en cualquier caso, es de sobra sabido que estoy ahí para lo que se necesite.
Ahora, a tan sólo dos o tres semanas de comenzar una nueva etapa en la vida (y con muchas ganas e ilusión), comienzo a hacer maletas y a preparar equipajes y embalajes, y no me gustaría marcharme sin haber empacado un pedacito de cada uno de éstos años. Sois muchos los que os venís en la mochila conmigo, menos mal que en avión te dejan llevar equipaje de mano. Pero aún así estoy viendo que voy a tener que facturar más de una maleta con recuerdos!
Las cosas no se acaban aquí. Voy a seguir dando por saco a todos con mis tonterías y mis “descubrimientos” mañaneros por whatsapp, y que nadie se sorprenda si alguna vez aparece una llamada mía en el móvil. También, allí arriba seguro que hay sitio para echar un colchón en el salón y dormir apretaos con tal de hacer turismo por tierras catalanas.
Si tuviese que resumir toooooooodo en una frase o consejo, sería “No pierdas el rumbo ni la meta de vista”.
Aunque suene a despedida (que no lo es, es un repaso), gracias de nuevo otra vez y espero de corazón que os vaya super bien.
:))))) Hoy me he levantado con algo de mal humor, pero leyendo este mensaje tuyo se me han subido los ánimos al cielo, Alberto! Me alegro muchísimo de que estés tan animado e ilusionado con el futuro. Gracias a ti también por ser una persona tan genial. 😀
Esto me recuerda que debería ir a pedir y pagar mi título… terminé hace año y medio y aún no lo he hecho lol
Luego o mañana respondo tu correo, se supone que ahora debería empezar a trabajar x) Jaja.
Muchos saludos desde el norte! Con ilusión por tu llegada y pensando en proyectuales varios.