Ayer tuve día de ayuda con la tecnología de la familia, pero de los que van bien.
Mi mamá compró una tablet de Lenovo después de años usando sólo móvil, y se sorprendió cuando le desinstalamos las apps y los juegos por defecto, que la distraían muchísimo, y le hicimos el setup sencillo de app de notas, correo, y un navegador de internet.
De hecho, fijémonos cómo está el panorama del software de las grandes tecnológicas, que ella ni sabía que puede seguir navegando por internet usando un navegador con pestañas en lugar de jalar de la app del buscador, que le molesta con tanta noticia, anuncios, e IA. Y a petición suya le escondí la app de buscador para que se re-acostumbre a usar el navegador.
Paréntesis, mi señora madre hizo empresariales y sabía programar scripts en COBOL y FORTRAN, y era proficiente en MS-DOS. Fue la que me enseñó a usar Windows 98, y la que me educó en mantener una buena gestión de archivos locales (carpetas organizadas, etc.). Llevó un puesto de contabilidad durante varios años, y fue una de las principales organizadoras de una asociación de nuestra ciudad. Y pensaba que todo eso lo había perdido.
Pero con un poco de paciencia y reajustes de la experiencia de usuario, ayer se dio cuenta de que todo el conocimiento de ofimática y gestión en PCs de escritorio, que había ido acumulando en su vida, siguen sirviendo. En estos meses que estoy más cerca, quiero hacerle seguimiento de “rehabilitación digital”, y la he animado a que se haga apuntes y los comentemos.
Dicho esto: por mucho que el peso de la edad sea inevitable, me parece impresionante la deriva cognitiva que sufre la mayoría de la gente a cuenta de los vaivenes de la industria: cambiar cosas de sitio, términos que nadie se lee, falta de educación digital, evolución rapidísima de los estándares e interfaces…
Tengo curiosidad de ver su cara cuando le conectemos la tablet a ratón, teclado, y pantalla, y vea que se convierte en un entorno de ventanas de los que ella solía manejar.
Fuente de imagen: Icono de Olive Q Wong, en The Noun Project