Después de haber leído San Manuel Bueno, Mártir, y tras cerca de un año sintiendo, presintiendo que no todas las cosas del mundo que conocemos puedan entenderse y comprenderse mediante los avances en la sociedad y en la ciencia, yo, una persona de diecisiete años, me dispongo a preguntarme a mí mismo aquello de lo que he estado rehuyendo desde hace muchos años; aquello que, pareciendo tan bueno, rechazo desde no sé cuando y podría ser potencialmente la respuesta al inicio de un continuo y complejo cambio de vivir, bien para mejor o para peor (aunque esto segundo no lo creo, pues como dijo una vez Hymake toda reflexión es buena):
¿Qué es la religión? ¿Qué es Dios? ¿En qué consiste la fe? ¿Cómo afectan estas ideas en el mundo?
Y para mí, ¿qué son todas estas cosas?
El tema de Dios no me ha llamado la atención total hasta que empecé a estudiar filosofía a principios de curso. Poco a poco he ido formando mi propio camino y forma de comprender las cosas y las conclusiones que saco son varias.
En primer lugar, la religión no es sino formas de actuar y pensar tradicionales. Tan tradicionales que no me extrañaría que incluso hubiesen nacido antes que el lenguaje como tal, como una forma íntima (pero transmisible entre personas) y primitiva de querer darle explicación al mundo que nos rodea (que, sin duda alguna, es una realidad radical e indudable). Las religiones se han ido consolidando con el tiempo, eso mismo que no es sino un matiz más a la hora de comprender el mundo desde nuestra perspectiva humana. La consolidación que han ido sufriendo han sido variadas, poniendo por ejemplo el cristianismo, que se fue diversificando en otras: catolicismo y protestantes, como otros ejemplos.
Ni que decir tiene que las religiones han sido determinantes en la historia de la humanidad (alguien dijo que eran la mafia más antigua). En cierto modo lo son, pues han acabado (no todas, ojo) siendo usadas como una herramienta de control de masas.
Por eso no comparto mi creencia en religiones. Por ejemplo, a mí un cristiano nunca me convencerá al argumentarme con que “Jesús es el hijo de Dios”, porque para mí eso carece de significado, pero para él tal vez sí (haya forjado su propia Fe) o simplemente tenga lavado el cerebro. Igualmente respeto a todo aquel que practique una religión, porque es innegable el alto valor social que tienen. Con ello me refiero a cosas como las convivencias que hace un amigo mío, organizando campamentos y otras muchas actividades que, si nos paramos a pensar, no están necesariamente relacionadas con la religión (es lo que yo llamo “cristianismo socio secular”). En el fondo, podría decirse que una religión es “buena” en la medida que permite a un practicante forjarse como persona en la sociedad.
Igualmente, una persona puede llegar a construirse a sí misma sin necesidad de convivir en grupos con creencias afines ni nada por el estilo, como es el caso de los ateos. Por eso, creo que tanto practicar (que no necesariamente creer ciega y beatamente) una religión como no practicarla puede ser igualmente correcto.
Y hasta ahora no he hablado de Dios. Puede observarse, pues, cuán distanciado puede llegar a estar el concepto de Dios de una religión. Los dioses de las religiones institucionales son ídolos deificados de sobremanera. Las personas son fáciles de manejar en grupo si un elemento o símbolo religioso cae en las manos -desgraciadamente- adecuadas (y si esas masas no son lo suficientemente autónomas en lo que a ideologías se refiere); dicha persona poseedora del control de las masas será capaz de construir un sistema de valores (sean correctos o no) basado en un Dios o tantos como uno desee, con la finalidad (en general) de obtener poder. Por eso es necesario separarse al menos un poco de las creencias religiosas y “estudiar” un poco el tema atendiendo a otras concepciones de Dios que no sean como un “castigador absoluto” ni un “creador absoluto” (muchas de las ocasiones sin saber realmente qué significa esto último). Con ello, me refiero a que el origen de la idea de Dios es más filosófico que religioso.
Tal vez la polémica surja del anquilosamiento de las religiones y las instituciones que “velan” por las mismas. Vuelvo al inicio de lo que escribí para recordar que son formas antiguas de comprender la realidad y proporcionar a las personas un sistema de valores (puede entenderse como “normas” o “consejos” de convivencia y actuación) que funcionase en aquel entonces, que no hoy día. Así pues, querer aplicarlas hoy día es algo imposible; de hecho, podemos observarlo en los continuos conflictos entre culturas distintas por una dichosa creencia.
De momento he hablado de la religión. Creo que es suficiente, luego vendré con cosas acerca de Dios.