Hay un proyecto de Infinite Frequencies, sea quien sea esa persona, que se yergue indisputable entre las obras de Vaporwave que han sido claves para que desarrolle una apreciación por el género tan grande. Se trata de la trilogía de Computer (o, “Computer Trilogy”). En principio, no tienen nada de extraordinario; son tan especiales como cualquier otra canción de esa oleada inicial en el movimiento, que buscaba utilizar clips y trocitos de música de televisión y medios oscuros para crear “sentimientos de bolsillo”, al más puro estilo de lo que Daniel Lopatin expresó en más de una entrevista acerca de sus Ecco Jams. Estas “frecuencias” tienen una vibe bastante tristona que roza lo compulsivo en algunos casos, como si se tratasen de alguno de los muchos pensamientos y sentimientos intrusivos con los que lidiamos como personas día a día. Me gusta en especial una canción del primer álbum que se llama “Group Meditation”, y que oí por primera vez en el primer material que me acercó al Vaporwave: el archiconocido documental de Wolfenstein OS X acerca del género. No sé, es cool.
Lo que más me ha llamado la atención desde un principio, sin embargo, es el nombre de cada uno de los álbumes: “Computer Death“, “Computer Decay“, “Computer Afterlife“. Hay una yuxtaposición de ideas muy obvia al aplicar conceptos temidos o reverenciados en muchas culturas (la muerte), orgánicos (la muerte y la descomposición), e incluso espirituales (el más allá) a algo como una máquina.
Resulta una imagen chocante, imaginar algo como un ordenador muriendo a la usanza de como muere un animal o una persona, con toda una batería de sentimientos negativos asociados como la pérdida, el duelo, la tristeza de una imposibilidad de seguir experimentando la vida y las cosas que el mundo ofrece; en este caso, también aplicable el final de tiempo de uso de un aparato, a la imposibilidad de llevar a cabo su función, a la obsolescencia de la tecnología.
También evoca una imagen chocante al imaginárselo descomponiéndose en materia orgánica; no sólo por la imagen de circuitos entre la hojarasca y el barro, pasando a formar parte del humus, hongos y bacterias, sino también por la relativamente menor atención que se le dedica artísticamente a la descomposición; un fenómeno tan frecuente como la muerte misma de la que tanto se ha escrito, pintado, y cantado; y sin embargo importantísimo por la capacidad de cambio y transformación que brinda a la materia.
La palabra Afterlife tiene un matiz muy concreto para mí. Por un lado, la idea de “Computer Afterlife” otorga de trascendencia espiritual a algo como un dispositivo material. A una herramienta inerte cuya relación con el ciclo de la vida tiende a cero en el momento que pierde el contacto con un ser humano que la use. Pero de algún modo, a pesar de su intrascendencia material y vital, igualmente digna de merecer una oportunidad en lo que quiera que haya, literalmente, Más Allá. También, como tercer elemento en la trilogía, “Afterlife” permite entrar en conversación con el clásico ciclo vital de las cosas, opuesto pero también tripartito, de nacimiento, crecimiento, y muerte. Es como completar un segundo ciclo de existencia; paradójicamente, con un concepto que en inglés se plasma usando la propia palabra life, o vida, aquello que ya ha dejado atrás. Una palabra que, en general, connota un sentimiento positivo, de potencial, de futuro, de algo desconocido que depara otras tantas posibilidades.
Creo que los nombres de esta trilogía, que quizás jamás se pensaron con semejante desglose en mente, tienen bastantes paralelismos con el ciclo de vida y muerte del Vaporwave.
Muerte (Death)
A pesar de sus predicamentos, el Vaporwave también acabó sucumbiendo al peso de la “fama” y el interés “público”. Ni a los cinco años de “nacer” ya le habían salido memes y parodias incluso en forma de “géneros” musicales totalmente nuevos, como el SimpsonWave o el TrumpWave, o el slowed+reverb de vagancia y sin esfuerzo que empezó a inundar Bandcamp. Esto vino acompañado de una experimentación intensa con el slow, reverb, y clipping que dio lugar a álbumes de sonidos y ruido inescuchables, tan sólo “por el placer de experimentar”. No tardaron en pronunciarse voces desde dentro clamando que el Vaporwave había muerto porque ya no había nada de novedoso y había entrado al mainstream (en tanto que “ahora todos claman hacer vaporwave”). Este sentimiento se agudizó por algunos dramas en la comunidad derivados de conflictos entre músicos, productores, y sellos discográficos, diferencias de opiniones, y otras tantas cosas tan típicas de la cultura online que ya conocemos. Incluso los hubo que borraron sus álbumes o dejaron de producir Vaporwave para dedicarse a otras cosas. Incluso el hecho de decir “Vaporwave is dead”, o que el Vaporwave ya nació muerto, se convirtió en un meme en sí.
Si me preguntas a mí, claro que diré que ha muerto. Pero lo digo por una razón: porque lo que se murió fue la idea del Vaporwave original, lo cual me parece fantástico. No me refiero a la muerte del espíritu crítico o desdeñoso del que hablamos, si no de la “rigidez” emergente que le vino encima al género con tanto slowed y reverb (lo cual también llevó a gente a quejarse; no os preocupéis, que de esto habrá siempre), a decir que se había corrompido la esencia original y que entonces sí que había muerto para siempre. Quizás, parte de ese “enfado” con el Vaporwave se deba a una falta de resolución en el conflicto de añorar y desdeñar, que ya exploramos en la entrada anterior.
Por suerte, la música, como el arte y el lenguaje, tienen más en común con la vida de lo que muchas veces pensamos. Y el Vaporwave no iba a ser menos, ni iba a quedar su cadáver inmutable por los siglos de los siglos.
Descomposición (Decay)
Bastantes autores comenzaron su carrera musical haciendo vaporwave; conforme pasaron los años, aprendieron y fueron creciendo profesionalmente. Saciados de ciertas ideas y experiencias, empezaron a desguazar y deconstruir al Vaporwave, explorando cada tema y motif por separado, en combinaciones, o en combinaciones con otras piezas (ya fueran temáticas o técnicas y géneros musicales). Explorando sus propios caminos y dejando atrás el sabor convencional. Un ejemplo bueno de ello es George Clanton, que se hizo grande en el mundillo bajo el sobrenombre de ESPRIT, y que a día de hoy produce mayoritariamente bajo su nombre original mezclando pop con indie rock y Vaporwave. Un sonido muy fresco en comparación con el slow y reverb al que nos tenía acostumbrados el Vaporwave. También podríamos incluir aquí a Blank Banshee, que noto como en un vaivén de géneros, o a Macross 82-99 que brilla por sí mismo.
Como en un proceso ecológico, el Vaporwave se transforma al ser descompuesto en otras partes e interaccionar con otros elementos del ecosistema musical y cultural. En el momento en el que la gente empezó a probar cosas nuevas, empezaron a surgir nuevos “soundscapes” y “mini-aesthetics”, como sub-ramas del Vaporwave, y los espeacios online del género comenzaron a poblarse de cosas nuevas: mezclas del Vaporwave con Rock, Punk, o metal, u otros géneros de electrónica como el EDM o el House. Incluso inspiraciones de (y contribuciones directas a) el ambient, cerrando el círculo de influencias. Algunos de estos sabores y experimentos acabarían calando y consolidándose en algo más que simples influencias dentro del género, algo menos “vaporoso”.
Más Allá (Afterlife)
Con estas mezclas de género se le infusiona una nueva vida al Vaporwave. A él llegaron nuevos ángulos desde los cuales explorar el amor-odio-desdén hacia el capitalismo, o incluso se comenzaron a explorar otras temáticas más allá de esto. Uno de los ejemplos que más me gusta de esta nueva etapa del Vaporwave viene de la colaboración entre 猫 シ (==Cats) Corp. y TELEPATH titulada “Building a Better World”, un ambient mucho más diferente de lo que se venía escuchando en años anteriores en el VW y que, al menos personalmente, me suena como sonaría una especie de lección aprendida tras explorar todos los rincones musicales (y emocionales) posibles que ofrecía el Vaporwave. Como un nihilista que llega a la conclusión de que “since nothing matters, might as well live life by enjoying things, showing appreciation, and striving for a better world”. Una reacción honesta de optimismo por el género en sí. Los hay que agrupan estas ramas y nuevas sensaciones como entidades aparte del Vaporwave. A mí me gusta verlo como una etapa: El Más Allá.
Ya no se escucha demasiado aquel estilo clásico entre las novedades de Bandcamp. Y creo que eso es bueno. Con todo, por mucho que celebremos el renacimiento del Vaporwave, no creo que debamos olvidar nunca ese resentimiento y esa crítica que vieron nacer al VW en su momento. Son importantes en los tiempos que corren. Igualmente creo que no se haría justicia si no se reconociera, también, a ese sentimiento “opuesto” que acompañaba al desdén del VW original: esa nostalgia, esa ambivalencia, esa contradicción tan humana hace que el Vaporwave resuene mucho con esta generación; ya sea a través de la música propia del género, como la estética que ha sido adoptada y ha permeado en otras partes de la sociedad. Pero como decía al comienzo del párrafo, esta nueva etapa es necesaria, inevitable y necesaria, por las muchas conexiones que establece con otros géneros musicales y también por la propia evolución de las personas que producen y consumen el género, así como del medio en el que existe.
El Afterlife, como buen Afterlife, es etéreo y misterioso a la vez que redentor, impreciso y prometedor. Es imposible abordarlo en una única entrada. El Vaporwave está lleno de detalles que ilustran e informan a muchos niveles de muchas disciplinas: la cultura de internet, historia, política, música, tecnología, estética, filosofía. Es una coalescencia de un sinnúmero de factores cuya transformación en un género musical fue catalizada por su tiempo y por el medio en el que surge. No es un género aislado ni invulnerable a otros géneros contemporáneos, y poco a poco ha sabido enmarcarse como un movimiento cultural definido pero en constante cambio y evolución. Por eso, y para que esta entrada no quede larga, en la siguiente entrada nos centraremos en remarcar su inevitabilidad y sus conexiones con otros movimientos artísticos a lo largo de la historia, lo cual lo convierten en una reverberación o un eco. Al hacer esto veremos las características que lo relacionan con su generación, y el por qué el VW es (a mi parecer) uno de los géneros de musicales y movimientos culturales más importante de nuestra generación, y de los más humanos.