En el momento de comenzar a echar la vista atrás para este relato (que empecé a escribir en julio) apenas hacía 24 horas que, sin darme cuenta, había acabado una etapa de mi vida y comenzó otra. Apenas hacía un día que había salido del Edificio Rojo de Reina Mercedes con mi resguardo de título recién firmado bajo el brazo. Se dice pronto, cuatro años. Pero un número tan pequeño como el 4 no hace justicia a los cientos de nombres y rostros, de clases, prácticas; a las decenas de asignaturas con sus tochos de temario, a las cientos de situaciones por aquel entonces nuevas, ni a los miles de momentos inolvidables que conforman esta auténtica aventura.
Ahora no puedo evitar rememorar la sensación que me invadía al acabar el instituto y pensar en cómo sería el paso por la universidad. Porque ahora también haré frente al comienzo de una nueva etapa en la vida. Y han pasado tantas cosas desde aquel entonces…