Desde mediados del curso llevo dándole vueltas a la idea de retomar mis aficiones videojueguiles este verano, tal y como hice el anterior (el cual dediqué casi con total integridad a Metroid); hasta que un día lo vi claro ante mí: tenía que reconciliar mi relación perdida con Pokémon.
Estuve pensando mucho con qué juego empezar. Porque, sí, este verano caerán más de uno seguro: que si Pokémon Platino, Plata, La saga de la quinta generaciónn, jugar a Hack-roms… y, entre que algunos de ellos ya los había jugado y jugar a hackroms requiere de un SO en condiciones para poder emular (requisito que no cumple el mío), me decidí por jugar a Pokémon edición Negra.
Y creo que nunca había estado tan equivocado con respecto a una opinión.
Como siempre, un gran cambio viene acompañado de diversidad de opiniones, y el salto completo al entorno 3D junto con las escenas de combate animadas dieron mucho de que hablar. Por no mencionar la Pokédex, que causó graves des-estructuraciones mentales a las generaciones más veteranas de Pokémon porque (y esto está más que reconocido) no se pueden comparar los Pokémon de las tres primeras generaciones con los de las dos que vinieron luego; debió de haber un consumo de estupefacientes aún en el misterio de por medio.
Esta clase de opiniones hizo que muchísima gente, entre las que me incluyo, decidieran hacerle el máximo vacío posible a esta generación, sin siquiera haberla probado en la mayoría de los casos. No obstante, dado que tengo hermanos pequeños he ido viendo en estos dos o tres años cómo esa generación de juegos tiene muchísimo potencial en su interior, Y, finalmente, tras haberla jugado más o menos hasta la mitad, paso a enunciar los detalles que más me están fascinando:
Hasta la fecha, Nintendo no se había esmerado tanto por un juego de Pokémon, en todos los sentidos aplicables. Las capacidades de la Nintendo DS, si bien ya se han quedado escasas en el panorama actual de videoconsolas, fueron los pilares sobre los que Nintendo construyó un juego que, en ocasiones, más bien parece un paseo por una región rebosante de paisajes perfilando hasta el más mínimo de los detalles: bosques de galerías, cascadas, ríos, desiertos, edificaciones, las propias ciudades, vías de tren, aeropuertos, lagos, pantanos, cambios de estaciones… incluso la banda sonora tiene un toque mucho más cuidado que en otras entregas. Todo ello hace el viaje por Teselia muy estimulante. Realmente esto hace mucho, y la ambientación que se consigue transporta con facilidad al jugador al mismo sitio donde están los personajes.
Otro detalle a mencionar es la trama: como bien se sabe, tiene un desarrollo mucho más adulto que cualquier otro juego de Pokémon, que plantea los valores éticos de las personas, su percepción de la vida en compañía de los Pokémon. El propio villano de las entregas se hace llamar a sí mismo un liberador de los Pokémon, y todos los personajes tienen la palabra “ideales” puesta en boca en algún momento de la trama. Asimismo, es muy curioso hasta dónde llega el simbolismo del “Ying-Yang”, la complementariedad de ideas y el perspectivismo: muchas personas que encuentras por el camino dialogan contigo acerca de la diversidad de opiniones y el respeto de las unas hacia las otras, para cualquiera de los casos imaginables en un mundo Pokémon. De nuevo, la ambientación argumental y el propio ruido de fondo llamando a un posicionamiento moral del jugador son cosas que destacan sobre otras ediciones de Pokémon previas.
Dejando a un lado la ambientación, el nivel técnico de los combates mejoró considerablemente. No sólo se siguen añadiendo ataques, habilidades y objetos nuevos al catálogo con cada entrega (algunos incluso redundantes), la inteligencia artificial de los enemigos es considerablemente alta, y proporcional al tipo de personaje contra quien combatas: los líderes de gimnasio y miembros del alto mando son capaces incluso de hacer movimientos combo, y tenderte auténticas trampas en las que sudarás por no poder resolverlo a la vieja usanza de golpes críticos y una mijita de suerte. Por mejorar, ha mejorado incluso la inteligencia artificial de los pokémon salvajes; siempre recordaré la anécdota de un Pidove (la palomita) que me bajó la defensa al máximo posible antes de hacerme un ataque rápido y derrotarme a mí en vez de yo a él. Mi asombro fue enorme.
Algo muy a destacar es que desde este juego se empieza a notar un esmero en Nintendo por arrojar algo de luz al enrevesado mundo de las estadísticas de combates Pokémon: términos como EV, IV, naturaleza… que hacían que dos Pokémon de una misma especie no fuesen iguales y determinaban si podían llegar a ser los más fuertes de la misma. Al parecer, en las futuras entregas tienen pensado facilitar aún más las cosas para quien quiera entrenar al máximo sin complicaciones.
La inclusión de dobles batallas, del pokémon Audino que entrega experiencia adicional, y de nuevos métodos de evolución han hecho mucho más versátil la dinámica de las batallas y la forma de entrenar.
Y con respecto a la fauna de Blanco y Negro: como es una vieja opinión que se instaló sin demasiada dificultad en las cabezas de muchos de los viejos jugadores, siempre ha habido y habrá opiniones cruzadas. Podré incluso pecar de converso para algunos, pero he de decir (con toda la licencia para argumentarlo) que, tras conocer con detalle cada pokémon y haber combatido con (o contra) todos ellos, esta generación no es de tan bajo nivel como nos pareció al principio. Que sí, que yo también reconozco que hay pokémon raros y poco ingeniosos (siempre se mencionarán a los pokémon Bolsa de basura, a los engranajes y a los cucuruchos de helado), pero hay otros que se llevan la palma y por los que merece la pena jugar. Para mí, jugar a Pokémon negro ha pasado a que, cada vez que veo un pokémon nuevo, me resulta exótico y ardo en ganas de capturarlo y probarlo en combate, y aprender qué clase de ataques aprende, su biología y comportamiento, y qué leches se tomaron los de Nintendo para pensar en el diseño que tenga. Y, que yo recuerde, eso mismo hice para generaciones tan alucinantes para mí como la tercera y la segunda. Así que, después de haberlo jugado en condiciones (y entrenando llevándolos al nivel) me retracto y afirmo que los Pokémon de Blanco y Negro molan; a su manera, pero molan.
Sin duda, Pokémon Blanco y Negro ha supuesto el aprendizaje de una gran lección, más grande si la extrapolamos a otros contextos: nunca dejes que las opiniones ajenas te convenzan, ve tú mismo a probar cada novedad que se te plantee, y no dejes que el peso de tus recuerdos del pasado tengan demasiada importancia a la hora de juzgar la llegada de nuevas experiencias. Porque sí, es verdad, Pokémon Rojo y Blanco no son iguales en absoluto, pero no por ello ninguno es mejor ni peor.
Estoy segurísimo de que me dejo por mencionar muchísimos aspectos de los videojuegos, pero conforme avance el juego enfatizaré sobre cosas nuevas en futuras entradas si lo considero necesario.
Esto es todo por el momento; ahora ¡a seguir jugando!
Créditos de la imagen: Xous54 en DeviantArt